En los últimos días ha habido un gran revuelo por la aprobación de la nueva reforma electoral, por los legisladores mexicanos. Uno de los aspectos que han sido considerados es el control de la publicidad por el Instituto Electoral y la otra cuestión es la cancelación de la posibilidad de uso de la publicidad negativa. Esta última será el tema al cual nos refiramos.
Durante la campaña electoral que finalizó el 2 de julio de 2006. El uso de la publicidad negativa fue el signo que marcó dicha elección. Tanto el PRI, como el PAN, e incluso PRD, partido que dice fue el más agraviado por la campaña negativa, emplearon la herramienta de comunicación electoral.
Sin embargo, el que mejor empleo la herramienta de comunicación fue el PAN, cuando después de llevar una diferencia de casi diez puntos con respecto al que encabezaba en ese momento las preferencias, lograron emparejar las cifras. Las causas reales de esta "acercamiento" son todavía controvertidas; lo cierto, es que según narra en su libro Salvador Camarena y Jorge Zepeda Patterson (1), el empleo de la estrategia fue resultado de los sondeos en los cuales había un alto porcentaje de la población que percibía “peligrosa la llegada al poder de López Obrador”. En mi opinión si bien la derrota de López Obrador, no fue resultado de la campaña negativa, sino una suma de errores y omisiones de dicho candidato; también hay que decirlo, del otro lado fueron una serie de aciertos y ajustes a una campaña que en un principio no prendía.
John Geer (2), tal vez el más polémico autor sobre el tema, señala que el empleo de las campañas negativas no son malas, si no al contrario permiten abrir el debate de la discusión política, y discutir sobre asuntos de interés para la población. El empleo de estas campañas negativas son efectivas, siempre y cuando sean los temas, el punto a discutir, y no los aspectos personales de los candidatos.
(2) A Positive In Going Negative? Ruth Marcus. Washigton Post.
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